Cuando uno cree que lo ha visto y escuchado todo de Manny Ramírez, ocurre algo que nos demuestra que estábamos equivocados y que subestimamos la capacidad probada que tiene el dominicano de superarse a si mismo…una y otra vez.
Ya me extrañaba que el hombre de las greñas se mantuviera en tan bajo perfil por tanto tiempo. Debí suponer que era cuestión de tiempo. Y así mismo fue. Hace su aparición en los campos de entrenamiento y de inmediato destapa un avispero con sus primeras declaraciones.
“No voy a estar aquí el próximo año, así que simplemente quiero disfrutar de mí mismo”, dijo Ramírez en referencia a su permanencia con su actual equipo, los Dodgers de Los Angeles.
Esas palabras no caen bien cuando el conjunto para el que juegas te está pagando 45 millones de dólares por 2 años. Primero porque automáticamente se convierten en una distracción innecesaria para la organización y segundo porque pueden entenderse como una muestra de inconformidad.
Lo grande es que el día siguiente, el jonronero, queriendo hacerse el gracioso, rectifica y dice que se siente tan bien que podría jugar 5 años más.
Esas cosas hacen creer a mucha gente que al jugador le hace falta un fusible de la cabeza. Pero yo digo algo: Manny se la da en loco, pero no lo es.
¿Qué persona que no esté en plenitud de sus facultades físicas y mentales puede lograr lo que Ramírez ha logrado?
Ganarse 200 millones de dólares y construir una exitosa carrera de 17 años donde la estabilidad y la consistencia han prevalecido, no es cosa de locos. Piénsenlo.