viernes, 13 de noviembre de 2009

Ser o no querer ser...esa es la otra cuestión.



Hay cosas en la vida que no se pueden comprar ni con todos los millones de dólares, ni toda la fama y el reconocimiento del mundo.

El caso de Sammy Sosa es un buen ejemplo para ilustrar lo que digo.

No hay que ser sicólogo para percatarse de que el llamado Bambino del Caribe tiene algunas carencias internas, que como dice una famosa campaña publictaria, no tienen precio.

Hace un buen tiempo, Sammy comenzó a dar señales de que quería superarse como persona, pues buscó la manera de ser menos tosco y de adquirir cierta educación, de esa que tanto le faltó en sus primeros años de vida, fruto de las precariedades con las que creció.

Esa actitud fue muy loable en su momento. Ahora bien, eso es una cosa, y otra muy distinta es querer transformarse en algo que no se es.

Puede ser que en el futuro, gracias a sus méritos como pelotero, Sosa logre entrar al Salón de la Fama de Cooperstown, que por sus negocios, llegue a ser más millonario de lo que ya es, o que se convierta en un actor o político transcendente. Pero con lo que el ex jonronero dominicano debe aprender a convivir, es con la realidad de que nunca, por más cremas o métodos ultra modernos que use, será blanco, con ojos verdes y el pelo lasio...ni ahora, ni en un millón de años.

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